martes, 14 de mayo de 2013

Historia de una aventura- parte 8

 

 
"Se ve que no soy bienvenido aquí..." se disgustó Link.
"Admítelo: tendremos que ir sigilosamente sin que nos descubran esas malditas mujeres" suspiró Zelda. Los dos héroes se dirigieron al fuerte Gerudo, el gran edficio hecho de resistentes bloques de piedra amarillenta y llena de mugre. Agachándose, pasaron pegados a los muros. Link agarraba de la mano a su princesa, que temblaba a pesar del caluroso clima del desierto.
"Si han secuestrado a alguien, el mejor sitio para ocultarlo serían los calabozos del interior del fuerte" reflexionó el héroe. "He pasado alguna que otra ocasión en esa apestosa cárcel, y te puedo asegurar que prefiero estar en medio de un bosque sin salida".
Zelda se mordía el labio y se pegaba a Link todo lo que le permitía su frágil cuerpo. Sus ropajes crujían ruidosamente, y era imposible silenciar ese ruido... La princesa caminaba despacio para no armar jaleo, pero era casi imposible con sus vestiduras.
Hasta que llegó un momento en el que el agudo oído de una mujer del desierto les detectó.
 
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Link estaba en otra celda diferente a la de Zelda, solitario y desesperado. Esta vez habían mejorado las cerraduras y los barrotes eran de hierro aún más resistente que el anterior. Sólo podía entretenerse con sus bellos instrumentos; ocarina y lira. Suspiraba y carraspeaba intentando forzar la puerta de la celda. Por más que lo intentaba, no hacía ni un rasguño a la cerradura.
Esperó unas horas hasta que encontró la solución.

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