lunes, 15 de abril de 2013

Historia de una aventura- parte 5

 
                                                     
Link y la princesa Zelda se pusieron en marcha, preguntando por los edificios de la gran ciudadela hecha de mármol. Cuando iban por las últimas edificaciones, Zelda se acercó a Link y le asió por las muñecas. "¿Estás seguro de que quieres realizar este viaje? A lo mejor, solo ha sido una pesadilla y esas voces no existen de verdad..." le dijo. "Pero, mi princesa, ¿y si fueran reales? Puede que resulte estúpido, pero imagínate que es un ser muy querido y estamos dejando que muera." le replicó Link. "¿Y si fuera cierto mi razonamiento?" preguntó Zelda. "Haríamos todo este viaje sin encontrar ninguna triste pista y, peor aún, ¡no podríamos sobrevivir a los monstruos!"
Link se quedó boquiabierto ante tan ridículo comentario. "¡No pienses que yo soy cualquier soldado y no sé defender a una dama! ¡Por favor, no me insultes, querida!". "Olvidémoslo" suspiró la princesa. "Sigamos adelante".
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La pareja recorrió toda la ciudadela sin obtener dato alguno. Zelda jadeaba mientras se subía a la silla de su corcel blanco, mientras que su héroe no dejaba de gruñir desde que discutieron una hora antes. a Link le había afectado que Zelda le tomara por un simple soldadito de plomo que se derrumba solo con un soplo de viento. ¡Ella no comprendía su sufrimiento! Carraspeó mientras espoleaba a Epona y ni siquiera esperaba a Zelda para salir a la pradera...
En cambio, la princesa no comprendía el comportamiento del héroe de ropajes verdes. Simplemente, al principio, enfadó un poco por la contestación de Link, pero se le pasó al rato y volvía a estar feliz... Pero él no. Se preguntaba una y otra vez por qué razón era tan cabezota a veces ese chico de rostro pálido al que tanto apreciaba y amaba. Parecía que no se daba cuenta del amor que sentía por él. Un ardiente deseo de tomarle de las manos y proponerle una partida al escondite entre la bella arboleda de al lado del castillo le recorría el delicado cuerpo, convulsionándoselo. Los dos héroes suspiraron al unísono y bajaron la cabeza, húmedos los ojos. Mientras, Link se secaba las lágrimas, pensando en la belleza de la princesa y oyendo las voces que pedían socorro sin cesar.
                                                                        "Link, ayúdame"...

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