Zelda volvió a suspirar, reprimiendo un sollozo. Intentó sonreír, pero cada vez que lo intentaba solo producía una extraña expresión que más se parecía a una de tristeza que de alegría. Se inclinó hacia delante, acariciando la crin de su corcel y llorando amargamente. <<¡Le amo tanto!>> pensó. <<Siempre lo fastidio todo por el simple hecho de meter la pata hasta el fondo... ¡Quiero tenerle entre mis brazos! ¡Entregarle mi corazón!>> La princesa gimió y apretó los párpados. Se mordió fuertemente el labio, manifestando su rabia. Saboreó su sangre que goteaba por su boca, originándose en la herida que había creado ella misma.
Sintió desfallecer. Se le habían agotado las lágrimas. Se suavizaron las facciones de su rostro cubierto por la pena y por fin pudo sonreír.
A continuación, cayó.
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"Zelda... ¡Contéstame!"
El rostro de Link estaba lleno de pánico y azotado por las lágrimas y el llanto. "¡Zelda!" gritaba. No dejaba de abrazar a la princesa y acariciar su castaño cabello. <<Mierda>> pensó Link. <<¿Qué le ha ocurrido? ¿Algo grave, quizá? Espero que despierte, o a lo mejor sea demasiado tarde y se ha sumido en el sueño eterno del final...>>
Al fin, Zelda empezó a abrir los ojos vagamente. El héroe del tiempo emitió un grito de euforia y sacudió a la princesa, sin cesar de repetir su nombre. Zelda apoyó lentamente su mano enguantada en el hombro de Link, sonriendo. "Perdóname, te juro que lo siento mucho... ¡Te amo tanto, Link...!" exclamó la dama. Sollozando de nuevo, se agarró al cuello del héroe y no lo soltó hasta que el atónito Link colocó delicadamente el delicado y tembloroso cuerpo de la princesa en el lomo de Epona, su yegua. "Yo también te quiero, querida Zelda...." susurró Link al oído de su amada. Le plantó un beso en la mejilla y espoleó a su caballo para continuar el viaje.
Distinguió Link a lo lejos una extensa capa de arena que cubría el suelo. "Próxima parada:¡el desierto Gerudo!"
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